Ictus

De la mano de la Federación Española de Daño Cerebral (FEDACE) analizamos qué es el ictus y abordamos sus síntomas, causas y posibles complicaciones, así como el tratamiento más adecuado en función de la evolución de la lesión.

¿Qué es el ictus y qué tipos hay?

El ictus es una lesión que se produce por la interrupción del flujo sanguíneo en alguna zona del cerebro. Se podría equiparar a un infarto de corazón, pero en el cerebro, y puede recibir diferentes denominaciones en función de su cuadro clínico: accidente cerebrovascular, infarto cerebral, embolia o apoplejía, entre otras.

A grandes rasgos, hay dos tipos de ictus:

  • Ictus isquémicos: producidos por una obstrucción de los vasos sanguíneos que impide el riego en una parte del cerebro.
  • Ictus hemorrágicos: causados por la rotura de ramas arteriales, lo que produce la consiguiente hemorragia cerebral.

¿A quién afecta?

Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), entre 110.000 y 120.000 personas sufren cada año un ictus en nuestro país, y la mitad de ellas padece secuelas discapacitantes o fallece.

Se caracteriza por ser una enfermedad que afecta cada vez a un mayor número de personas, de hecho es la primera causa de muerte en las mujeres y la segunda en los hombres. Nadie está libre de sufrir un ictus; si bien es cierto que la gran mayoría de los ictus ocurren a personas mayores de 65 años, entre los años 2002 y 2012 la incidencia en menores de 64 años creció de forma significativa, en especial a partir de los 35 años.

El ictus es, a su vez, la primera causa de discapacidad por Daño Cerebral Adquirido (DCA). En España viven 420.000 personas con DCA y el 78% de los casos tuvo su origen en un ictus. Conviene recordar que el ictus es la enfermedad y el Daño Cerebral Adquirido su consecuencia en forma de discapacidad.

Por suerte, en la mayoría de los casos, la prevención del ictus depende de nosotros mismos y de nuestro estilo de vida: se estima que hasta un 80% de los ictus se pueden evitar viviendo de forma más saludable.


¿Cuáles son las causas del ictus?

Las causas del ictus son similares a las de otras enfermedades cardiovasculares:

  • Hipertensión.
  • Colesterol alto.
  • Obesidad.
  • Sedentarismo.
  • Tabaquismo.
  • Consumo habitual de drogas y alcohol.
  • En general, el estilo de vida actual, marcado por situaciones de estrés como, por ejemplo, las altas cargas laborales, se ha convertido en una causa de ictus.

¿Existen señales de alarma?

El ictus se distingue por seis señales de alarma, tres de ellas visibles de forma evidente para aquellas personas que están con quien sufre un ictus en ese momento. Estos síntomas, que se manifiestan de forma repentina son:

  1. Pérdida de fuerza o de sensibilidad en la mitad del cuerpo: desde fuera, podríamos observar que la persona tiene media cara caída, sonríe de forma asimétrica o es incapaz de sostener un objeto con el brazo de la mitad débil de su cuerpo.
  2. Dificultad para hablar o para entender: quien está siendo afectado por un ictus hablará de forma ininteligible, inconexa o utilizando palabras que no encajen con el contexto. Es posible que no nos comprenda, aunque utilicemos un lenguaje sencillo.
  3. Sensación de vértigo o desequilibrio: el afectado podría caerse de forma brusca.
  4. Dolor de cabeza muy intenso: de inicio brusco y distinto del habitual.
  5. Pérdida total o parcial de la visión, o visión borrosa.
  6. Hormigueo de la cara, brazo, pierna o un lado del cuerpo.

¿Cómo podemos actuar ante un ictus?

La SEN señala que, a pesar del incremento en su incidencia, la mortalidad y la discapacidad ha disminuido en los últimos veinte años, y una de las claves se encuentra en la mejora de la detección precoz de sus síntomas.

Ante cualquiera de ellos, es fundamental actuar con rapidez, cuanto antes, llamando, incluso en caso de duda, a los servicios de emergencia. De esta manera, incrementaremos las posibilidades de salvar la vida de la persona y podremos minimizar las consecuencias en forma de discapacidad de la lesión.

En la mayoría de las Comunidades Autónomas, una llamada de este tipo activará, en los servicios de emergencia, el Código ictus, un protocolo que dirige al paciente a un hospital con Unidad de Ictus donde un equipo de profesionales lo diagnosticará y tratará de urgencia para, en los días siguientes, iniciar el seguimiento neurológico del paciente. El Código ictus forma parte de una serie de acciones de prevención del ictus enmarcadas en la Estrategia Ictus, que se comenzó a implantar en 2008 y que en 2014 había cubierto el 60% de las necesidades previstas.

Teniendo en cuenta que hay ictus hemorrágicos y otros isquémicos, es muy difícil poder hacer algo específico, porque lo que en uno puede ir bien, en otro puede ser contraproducente. Los consejos generales serían:

  • Tras llamar al 112, poner cómodo al paciente: aflojarle la ropa para facilitar una buena respiración. Es conveniente tumbarlo con la cabeza y los hombros un poco levantados (empleando una almohada o, si es en el exterior, un abrigo o varias chaquetas dobladas). Ajustar el abrigo a la temperatura ambiente para que el paciente no tenga frío ni exceso de calor.
  • Tratar de calmarle y evitar que haya aglomeración o conversaciones a su alrededor: hablarle de forma calmada y hacerle saber que la ayuda está en camino.
  • No moverle ni forzarle a hablar, ni moverle el cuello o ponerle ropa apretada.
  • Nunca darle de beber o de comer: para evitar riesgo de atragantamiento.
  • No administrarle ningún medicamento.
  • No dejarle nunca solo.
  • Si el paciente está inconsciente, ponerle echado de lado (posición lateral de seguridad), vigilando especialmente que pueda respirar con normalidad y que no haya obstáculos en las vías respiratorias (por ejemplo, quitarle la dentadura postiza si la hubiera).
  • En caso de que el paciente sufra convulsiones: no sujetarle demasiado firme, pero sí alejar objetos con los que se pudiera hacer daño y mantener, en la media de lo posible, la posición lateral de seguridad.

¿Cuáles son las complicaciones del ictus?

Alrededor del 30% de los ictus acaban, lamentablemente, con el fallecimiento de la persona que lo sufre. En el resto de los casos, las consecuencias del ictus dependen, en cuanto a gravedad y amplitud, del área del cerebro lesionada, el tipo de lesión, la velocidad con la que fue atendida o si la rehabilitación se inició de forma temprana.

Los daños resultantes se denominan Daño Cerebral Adquirido (DCA) y, hasta en un 80% de los casos, se producen dificultades para realizar actividades básicas de la vida diaria de forma independiente.

Las complicaciones del ictus se pueden agrupar en:

  • Secuelas en el nivel de alerta: referido a los estados de coma, que tienen una duración variable según el caso, llegando a extremos en los que no se produce el despertar y la persona se mantiene en Estado Vegetativo Persistente, también llamado Síndrome de Vigilia sin Respuesta.
  • Secuelas en el control motor: complicaciones físicas, como parálisis (hemiplejía), disminución de fuerza (hemiparesia) o tensión y rigidez en los músculos (espasticidad).
  • Secuelas en la comunicación: la persona puede presentar dificultad para producir sonidos, para leer, para utilizar las palabras correctas o para comprenderlas.
  • Secuelas en la cognición: problemas en el pensamiento complejo, en la capacidad de mantener la atención, problemas de memoria, de desorientación y confusión.
  • Secuelas en las emociones y la personalidad por falta de conocimiento y comprensión: alteraciones emocionales, irritabilidad, conducta sexual inapropiada, depresión, apatía…
  • Alteraciones sensitivas y sensoriales: en general, relacionadas con cómo percibimos la información de nuestro entorno a través de los sentidos y con cómo percibimos nuestro propio cuerpo.

Además, hay que saber que un DCA no afecta tan solo a la persona que ha sufrido el ictus: la familia, sin estar preparada para ello, se convierte en cuidadora de una persona con necesidades de atención específicas y que, en algunos casos, puede haber cambiado en cuanto a carácter y forma de ser. Afrontar este aspecto en el plano psicológico resulta muy duro, a lo que se une el escaso conocimiento social que hay sobre las consecuencias del ictus, también por las propias características invisibles de las secuelas cognitivas, que dificultan identificar y comprender esta discapacidad.


¿Cuál es su posible tratamiento?

La atención al Daño Cerebral Adquirido se organiza según las fases de evolución de la lesión, denominadas aguda, subaguda y crónica.

  • Fase aguda: tiene lugar tras producirse el ictus. Cuando el paciente llega a la unidad de ictus, se identifica el origen del accidente cerebrovascular (ACV) y se trata en función del mismo. Los ictus hemorrágicos requieren embolización, un método por el que se administran medicamentos que taponan las arterias rotas. Por el contrario, el tratamiento de los ictus isquémicos busca destruir el trombo que corta el riego sanguíneo con fármacos trombolíticos. Una vez salvada la vida y con el paciente estabilizado, debería de iniciarse la neurorrehabilitación del paciente en el entorno sanitario.
  • Fase subaguda: participan las unidades de rehabilitación hospitalaria, unidades en régimen de hospital de día y unidades de rehabilitación ambulatoria. Estas unidades trabajan para tratar de alcanzar la máxima recuperación funcional posible para cada caso y se estima que pueden obtener resultados durante los dos años posteriores a la lesión.
  • Fase crónica: se activan los recursos de servicios sociales para ayudar a la persona con DCA y a su familia a vivir con las secuelas estabilizadas del ictus. Estos recursos son unidades residenciales, pisos tutelados, centros de día y, en general, proyectos e iniciativas enfocadas a la inclusión social: acciones relacionadas con el empleo, el ocio, la integración de menores con DCA en colegios y similares.

FEDACE recoge una propuesta detallada de modelo de atención al daño cerebral y un inventario de recursos de atención al Daño Cerebral Adquirido que responden a este modelo.

Diez consejos para prevenir el ictus

  • 1. Come de forma sana y equilibrada.
    Apuesta por una dieta rica y variada en verduras, proteínas e hidratos de carbono, sin olvidar la fruta.
  • 2. Controla tu peso.
    Puedes utilizar el índice de masa muscular (IMC) como medida de orientación: deberías encontrarte entre los valores 18,5 y 24,9 de este índice.
  • 3. Realiza ejercicio regular y adaptado a tus capacidades.
    Camina, al menos, 30 minutos diarios y elige usar más las escaleras y menos los ascensores.
  • 4. Duerme al menos ocho horas.
    Aumentarás la calidad de tu descanso y mantendrás el sistema cardiovascular en condiciones óptimas.
  • 5. Vigila tu tensión arterial y niveles de colesterol.
    Un control regular de tu salud te ayudará a reducir el riesgo de aparición de enfermedades y a adoptar medidas en caso de necesitarlo.
  • 6. Evita el estrés.
    Utiliza el descanso y el pensamiento positivo como armas contra el estrés.
  • 7. Deja de fumar y evita el consumo de alcohol.
    Una vida sana te ayudará a prevenir los accidentes cerebrovasculares.
  • 8. Mantén activo tu cerebro.
    Aprende nuevas cosas, debate con quien piense diferente a ti, lee mucho, innova en las pequeñas cosas…cualquier pequeño desafío mantendrá activo a tu cerebro y lo hará más resistente al paso de los años.
  • 9. Apóyate en tu familia y amigos.
    Ellos son quienes mejor te conocen y pueden ayudarte a superar las dificultades del día a día.
  • 10. Conoce las señales de alarma de un ictus.
    Identificarlas te permitirá reaccionar rápido, avisar a los servicios de urgencia y salvar tu vida, minimizando los daños de la lesión.

Infográfico

¿Cómo actuar ante un ictus? Estos son los pasos que debes seguir.

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Fuentes

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.

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