Insuficiencia renal

¿Para qué sirven los riñones?

Los riñones son dos órganos gemelos que forman parte, junto a los uréteres, la vejiga y la uretra, del aparato urinario. Este es el responsable de filtrar la sangre, formando así la orina, y expulsarla del organismo.

Situados de manera simétrica a ambos lados de la columna vertebral, justo debajo de la cavidad torácica, los riñones tienen aproximadamente el tamaño de un puño y forma de alubia. Contienen más de un millón de unos filtros minúsculos llamados glomérulos, que son los que, cuando están sanos, permiten a los riñones realizar diferentes funciones, entre ellas:

  • Filtrar los desechos y sustancias tóxicas de la sangre y producir la orina, que luego el uréter conducirá hasta la vejiga y posteriormente saldrá al exterior por la uretra.
  • Regular la hidratación de nuestro organismo: controlan la cantidad de líquido a conservar y elimina el líquido excedente.
  • Regular la concentración en la sangre de sustancias como el sodio, el potasio, el calcio, el fósforo, el bicarbonato y otros iones.

Entre sus funciones más relevantes para comprender qué ocurre cuando los riñones empiezan a fallar, se debe tener en cuenta que estos órganos regulan la tensión arterial, ayudan a la formación de los glóbulos rojos en la médula ósea (cuya carencia puede manifestarse como anemia) y contribuyen al desarrollo y buena salud de los huesos, evitando la fragilidad ósea.


¿Qué es la insuficiencia renal?

Diferentes razones pueden provocar el mal funcionamiento renal, volviendo a uno o a los dos riñones incapaces de realizar con eficiencia las anteriores funciones. Nuestra función renal es como una carretilla con dos ruedas: si nos falta una, pero la otra está en buenas condiciones, podrá realizar adecuadamente su función, aunque ese único riñón deberá protegerse especialmente para que la “sobrecarga” a la que está sometido no le lleve a fracasar también. De esta forma, el fallo de un único riñón en una persona que tiene otro riñón sano no producirá insuficiencia renal, si bien sí deberá seguir ciertas precauciones, por ejemplo, pasados los sesenta años de edad o cuando tome fármacos.


¿Qué tipos de insuficiencia renal hay?

Clásicamente, la insuficiencia renal puede presentarse de dos maneras:

  • Insuficiencia renal aguda (IRA): el riñón deja de funcionar de manera brusca, en un período de horas a días. Puede llegarse a necesitar tratamiento inmediatamente, incluso diálisis. En muchas ocasiones, es una alteración reversible con tratamiento correcto y que puede no dejar secuelas una vez se ha resuelto la causa.
  • Insuficiencia renal crónica (IRC): se trata de una alteración renal crónica que se mantiene en el tiempo. Avanza de manera progresiva e irreversible. El ritmo de su progresión dependerá de su causa, así como del resto de factores implicados en su aparición (edad del paciente, su estado general, manejo de la tensión arterial, evitación de fármacos tóxicos para el riñón y alimentación correcta…). Actualmente, se tiende a hablar más de enfermedad renal crónica (ERC), en lugar de insuficiencia renal crónica y suele desarrollarse a lo largo de cinco estadios.

¿A quién afecta?

Según el estudio EPIRCE (Epidemiología de la Insuficiencia Renal Crónica en España),  promovido por la Sociedad Española de Nefrología (SEN) con el apoyo del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, aproximadamente el 10% de la población adulta sufre de algún grado de enfermedad renal crónica, mientras que el 6,8% se encuentra ya en los estadios de mayor gravedad (3-5) de la patología. Dada su relación con el envejecimiento, la prevalencia aumenta con la edad: del 3,3% de casos entre personas de 40-64 años, asciende al 21,4% entre los mayores de 64.

Por otro lado, según la SEN, en la actualidad existen unos 20.000 pacientes en diálisis (estadio 5D) en España.


¿Qué causa la insuficiencia renal?

La causa más frecuente de insuficiencia renal aguda debida a un problema del riñón es la necrosis tubular aguda, que es un daño a la unidad glomerular (de filtrado) y que puede obedecer, a su vez, a diversos motivos:

  • Administración de algunos fármacos y de contrastes yodados (empleados en algunas pruebas de imagen).
  • Episodios graves de deshidratación.
  • Tensión arterial muy baja u obstrucciones provocadas por posibles cálculos renales, algunos tumores o un agrandamiento de la próstata en varones.

Por su parte, las principales causas de la enfermedad renal crónica son:

  • Diabetes: el nivel de azúcar en la sangre es demasiado elevado.
  • Hipertensión: presión arterial alta.

Ambas causas establecen un “círculo vicioso”, dado que la afectación de los riñones va a empeorar aún más la diabetes y el control de la tensión arterial.

  • Otras causas de daño renal que puede manifestarse finalmente como enfermedad renal crónica son: infecciones crónicas de los riñones; enfermedades hereditarias que afectan a estos (por ejemplo, la enfermedad renal poliquística, que produce quistes en los riñones); lupus y otras enfermedades inmunitarias; los cálculos renales; las enfermedades congénitas de los riñones y el tracto urinario; la glomerulonefritis (que reduce el número de glomérulos); y la ingesta prolongada de algunos medicamentos (por ejemplo, los antiinflamatorios que se toman para aliviar los dolores de las articulaciones).

¿Qué síntomas tiene?

La rapidez con la que se produce el deterioro de la función renal diferencia lo que se denomina insuficiencia renal aguda (rápida), de la insuficiencia renal crónica (lenta y progresiva). Algunos síntomas son típicos de la insuficiencia renal aguda, mientras que otros son típicos de una larga y lenta evolución de la pérdida de función de nuestros riñones. Otros síntomas pueden aparecer en ambas situaciones.

La insuficiencia renal aguda, dado su comienzo brusco, suele dar la cara a través de:

  • Menor producción de orina, que puede ser más oscura, o ausencia de orina (anuria).
  • Mayor necesidad de ir al baño, sobre todo por la noche (en un menor número de casos, en lugar de menor producción de orina, se produce un aumento de esta).
  • Retención de líquidos: provoca edema o hinchazón de pies o tobillos.
  • Bolsas alrededor de los ojos, sobre todo por la mañana.
  • Boca seca y picores en la piel.
  • Problemas digestivos: falta de apetito, náuseas, vómitos, gastritis y trastornos en el ritmo intestinal.
  • Dificultad para respirar.
  • Síndrome urémico: acumulación de toxinas que el paciente no es capaz de eliminar por la pérdida de función renal y que produce alteraciones en diversos sistemas corporales.
  • Somnolencia, cansancio y falta de aliento.
  • Dificultad para pensar con claridad y confusión.
  • Calambres nocturnos.

Por su parte, en las primeras etapas de la enfermedad renal crónica no suele haber síntomas. Si la enfermedad continúa avanzando, pueden empezar a acumularse los desechos y toxinas en la sangre, lo que suele provocar malestar general y sabor metálico en la boca, junto a algunos de los síntomas descritos anteriormente.

Dado que, por tanto, spuede haber síntomas comunes difíciles de diferenciar entre ambas situaciones, los médicos tendrán en cuenta algunos efectos que son más típicos de un daño prolongado y de la reacción del organismo a dicho daño:

  • Anemia: causada sobre todo por la disminución de los glóbulos rojos.
  • Inmunodeficiencia: que facilita la aparición de infecciones.
  • Cambios hormonales: hiperparatiroidismo (lo que produce disminución de los niveles de calcio) y daño óseo.
  • Si la enfermedad progresa sin tratamiento pueden aparecen alteraciones neurológicas y arritmias cardíacas.

La persona puede notar dichas alteraciones crónicas a través de los siguientes síntomas o signos:

  • Presión arterial elevada.
  • Cansancio o fatiga: anemia.
  • Fracturas óseas: daño óseo.
  • Mayor riesgo cardiovascular.

¿Existen factores de riesgo para la enfermedad renal?

Cualquier persona puede desarrollarla, pero existen diversos factores que aumentan la probabilidad de sufrir enfermedad renal:

  • Tener edad avanzada (60 años o más).
  • Antecedentes familiares de insuficiencia renal.
  • Ser diabético.
  • Sufrir hipertensión o enfermedades cardiovasculares.
  • Padecer infecciones crónicas, infección por VIH o trastornos inmunológicos.
  • Haber ingerido durante periodos largos de tiempo medicamentos que pueden dañar los riñones.

¿Cómo se trata la insuficiencia renal?

La National Kidney Foundation propone el siguiente tratamiento para la enfermedad renal y los problemas de salud vinculados:

  • Tratamiento de la presión arterial alta: mediante la ingesta de fármacos antihipertensivos, moderación del consumo de sal, pérdida de peso en caso de sobrepeso y seguimiento de un programa  regular de ejercicio.
  • Protección de la función renal: mediante la toma de inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina (ECA) y bloqueadores de los receptores de la angiotensina (BRA).
  • Control del nivel de azúcar en la sangre en pacientes diabéticos: mediante dieta, ejercicio y, cuando sea necesario, la administración de insulina o medicamentos antidiabéticos.
  • Control del nivel de colesterol alto: mediante dieta, ejercicio y, si es necesario, tratamiento farmacológico.
  • Tratamiento de la anemia: con suplementos de hierro y en algunos casos medicamentos que favorecen la producción de glóbulos rojos.
  • Tratamiento para trastornos del metabolismo óseo y mineral: mediante fármacos y una dieta que reduzca la cantidad de fósforo, con especial cuidado en la ingesta de lácteos, frutos secos, semillas y legumbres secas, que son productos ricos en fósforo
  • Puede ser necesaria también una dieta que tenga en cuenta la cantidad y tipo de proteínas que se ingieren. Dada las diferencias de las recomendaciones dietéticas en virtud de la fase de enfermedad renal, es importante obtener consejo especializado por parte del médico o especialista a la hora de realizar los ajustes dietéticos pertinentes.
  • Durante el tratamiento, se debe controlar periódicamente mediante análisis de sangre y orina la evolución de la enfermedad.

Por otra parte, en los últimos estadios de la enfermedad renal, puede ser necesario recurrir a:

  • Diálisis: que elimina los desechos y el exceso de líquido en la sangre.
  • Trasplante de riñón: que reemplazará al dañado.

10 Consejos para convivir con la enfermedad renal

Las personas que sufren este problema pueden seguir llevando una vida normal, pero han de tomar en su día a día algunas precauciones:

  • 1. Controla periódicamente tu salud.
    Es muy importante que te realices análisis de sangre y orina con regularidad, porque la enfermedad renal no suele presentar síntomas en los primeros estadios y sólo este tipo de pruebas pueden detectarla precozmente, así como a ayudar a controlar su avance una vez diagnosticada. Vigila, además, tus niveles de colesterol, azúcar y tu presión arterial.
  • 2. Sé prudente con el consumo de medicamentos.
    No te automediques y advierte siempre al médico que te vaya a recetar algún fármaco del problema que padeces y del estadio en que te encuentras. De esta manera, podrá ajustar la dosis a tu grado de insuficiencia renal.
  • 3. Alcanza y mantente en tu peso ideal.
    Si tienes sobrepeso, es importante que te deshagas de esos kilos de más.
  • 4. Acude a un nutricionista.
    Tu alimentación será clave a la hora de frenar el avance de la enfermedad, por lo que resulta muy recomendable que un experto en nutrición te asesore sobre el tipo de dieta más conveniente para ti y te enseñe qué tipo de nutrientes necesitas.
  • 5. Presta atención a las proteínas que consumes.
    Evita las porciones demasiado grandes y obtén consejo especializado para combinar adecuadamente las proteínas de origen animal (carne roja, pollo, cerco, pescado, huevos y lácteos) y las de origen vegetal (legumbres y frutos secos…).
  • 6. Cocina y come de manera cardiosaludable.
    Para evitar que la grasa se acumule en tu corazón y riñones, prepara los alimentos al horno, salteados o a la plancha, en vez de fritos. Utiliza aceite de oliva y opta por las carnes y pescados magros.
  • 7. Modera el consumo de sodio.
    En total, deberías tomar menos de 2,5 gramos de sal al día. Para ello, reduce la sal que usas al cocinar y lee las etiquetas de los alimentos cuando los compres. Intenta no consumir comidas precocinadas.
  • 8. Cuida lo que bebes.
    Toma la misma cantidad de agua de siempre, pero evita los refrescos de color oscuro, las bebidas con sabor a fruta o los tés envasados, pues pueden contener demasiado fósforo. Una alternativa son las limonadas y los tés fríos caseros. Y, si has de limitar el potasio, no tomes zumos de naranja, sino que es mejor que optes por los de manzana, uva o piña. Por supuesto, modera o elimina el consumo de bebidas alcohólicas.
  • 9. Deja de fumar.
    El tabaco puede empeorar el estado de tus riñones.
  • 10. Incorpora el deporte a tu rutina diaria.
    Además de ayudarte a mantenerte en tu peso, practicar a diario actividad física contribuirá a mantener a raya el colesterol y a aumentar tu bienestar general.

Fuentes

Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.